domingo, 5 de diciembre de 2010


                            Un día llega a oídos del maestro Cugliero que Domingo Savio quiere ir a Turín, la capital, para estudiar en el oratorio de Don Bosco.
el maestro Cugliero recibe la noticia con alegría y va a hablar con Don Bosco. Conciertan un encuentro con Domingo para las fiestas del Rosario.
El lunes 2 de octubre de 1854, muy temprano, Juan Bosco y Domingo Savio se encuentran en el maravilloso escenario de aquellas tierras de "I Becchi", donde Juan Bosco había nacido y vivido los primeros años de su vida.
Domingo saluda respetuoso. Juan Bosco aprieta aquella mano temblorosa y mira aquellos ojos de penetrante y candorosa mirada. A Domingo lo acompaña su padre. Domingo se presenta: Soy Domingo Savio, de quien le habló mi maestro Cugliero. Venimos desde Mondonio.
Juan Bosco, con ese don maravilloso de conocer a las almas, toma con seriedad el asunto. Se lleva a Domingo y tratando en confianza con él, hablan de los estudios, de las clases...
Don Bosco comprende al instante que tiene delante a un joven privilegiado y enriquecido por la gracia. Domingo, impaciente, pregunta:
-¿Qué le parece? ¿Me va a llevar a Turín?
-Ya veremos -le responde Don Bosco-. Me parece que la tela es buena.
-¿Y para qué podrá servir esa tela? -pregunta Domingo-.
-Bueno, -continúa Don Bosco- esa tela puede servir para hacer un hermoso traje y regalárselo al Señor.
Domingo, con la agilidad mental que le caracteriza, añade instantáneamente:
-De acuerdo, yo soy esa tela y usted es el sastre. Lléveme a Turín y haga usted ese traje para el Señor.
Don Bosco lo mira fijamente y le dice:
-¿Sabes en qué estoy pensando? Estoy pensando que tu debilidad no te va a permitir continuar los estudios.
Pero Domingo no se acobarda y añade enseguida:
-No tenga miedo. El Señor que me ha ayudado hasta ahora me continuará ayudando en adelante.
Don Bosco insiste:
-Cuando hayas terminado tus estudios de latín ¿qué piensas hacer?
Domingo responde seguro:
-Con el favor de Dios pienso ser sacerdote.
-Me alegro. Ahora probemos tu capacidad. Toma ( le entrega un libro ), estudia hoy esta página y mañana me la traes aprendida.
Mientras Don Bosco y el padre de Domingo se quedan hablando, Domingo se ha ido donde están jugando los demás muchachos. Al poco rato regresa, le entrega el libro a Don Bosco y le dice: Ya me sé la página. Si quiere se la digo ahora mismo.
La sorpresa que se llevó Don Bosco fue grande. Domingo no sólo le repitió de memoria ( al pie de la letra ) la página señalada, sino que le explicó el sentido con toda exactitud.
-Tú te has anticipado en estudiar la lección -le respondió Don Bosco y yo también me anticipo en darte la respuesta. Aquí la tienes. Te llevaré a Turín y desde hoy te cuento entre mis hijos. Pero te voy a recomendar una cosa: pide al Señor que nos ayude a cumplir su santa voluntad.-
Domingo salta de alegría y agarrándole la mano a Don Bosco se la besó con manifiesta prueba de profunda gratitud.
-Espero comportarme de tal manera -dijo Domingo- que jamás tenga usted que lamentarse de mi conducta.
Aquel día Carlos y su hijo Domingo regresaban a Mondonio cantando de alegría y daban a Brígida la noticia que ella esperaba con tanta ansiedad. Besó a Domingo con los ojos llenos de lágrimas y exclamó:
-¡Bendito sea Dios!
Domingo 29 de octubre de 1854. Fecha histórica. Domingo entra a formar parte de la familia de Don Bosco en Turín.


-"Mira, mamá, hoy me encontré en el camino con un señor. Me llamó. Yo le respondí que no podía detenerme porque llegaría tarde. Al fin, él insistió y me pareció una falta de educación seguir adelante sin escucharle".
-"¿Vas a Castelnuovo?" -me preguntó-.
-"Sí -le respondí-, todos los días hago este camino. Me preguntó enseguida si no me daba miedo caminar sólo por esos caminos. Yo me acordé en ese momento lo que tú me enseñaste, madre, que el Angel de la Guarda nos acompaña siempre. Y le respondí: ¡Pero si no voy solo, señor, mi Angel me acompaña!".
Yo estaba apurado y quería seguir, pero él entonces me dijo: -"Mira, no me negarás que es duro y pesado hacer este camino con el sol abrasador del mediodía.
-"Sí, es cierto, me cuesta, pero mi amo me paga por este sacrificio".
-¿Tu amo? ¿quién es ese señor?
-Pero, ¿quién va a ser? El buen Dios que no deja sin recompensa ni un vaso de agua que se dé en su nombre.
ALUMNO EJEMPLAR

Domingo vive en Murialdo, aldea de unos cuatrocientos habitantes. Se ha hecho gran amigo del Capellán y le ayuda la misa con toda perfección. En la escuela es el mejor alumno. Pero debe trasladarse a Castelnuovo para continuar la primaria. Sus padres tienen miedo y con razón, de dejarlo hacer sólo unos cinco kilómetros que separan a Castelnuovo de Murialdo.
-"Madre, -decía Domingo- si yo fuera un pajarito volaría mañana y tarde a Castelnuovo para continuar mis estudios".
Todos son amigos de Domingo. Brígida lo besa emocionada cada vez que Domingo regresa a la casa con la medalla de honor como premio por su buena conducta y aplicación.
Domingo rechaza los elogios:
-"Madre, yo sólo hago lo que tengo que hacer. El maestro es muy bueno y siempre perdona tantas faltas que uno comete durante la semana".
Pero Domingo debe suspender las clases. La madre lo nota demasiado pálido, delgado, cansado. Tiene poca salud. -"Domingo -le dice- debes descansar. En estos meses te has esforzado mucho".
Su padre tiene que irse de Murialdo para buscar trabajo.
Se trasladan a Mondonio. Pero Domingo conservará recuerdos imperecederos de esos diez años vividos en Murialdo. Se levantaba temprano todos los días, rezaba sus oraciones, tomaba un ligero desayuno y feliz salía hacia Castelnuovo. Dos veces al día hacía este camino, recorriendo unos veinte kilómetros entre ida y vuelta.

PRIMERA COMUNIÓN

 Febrero de 1853: con sus padres y hermanitos, Domingo se traslada a Mondonio. Tiene siete años y una preparación y madurez poco común.
Un día Domingo llega corriendo a su casa. Le trae una gran noticia a su madre.
-"¡Madre, el Capellán me ha dicho que puedo hacer la Primera Comunión!".
La víspera del gran día, Domingo se acerca a su madre. Le estrecha las manos entre las suyas y con timidez le dice:
-"Madre, mañana voy a hacer la Primera Comunión. Quiero pedirte perdón por todo lo que te he hecho sufrir. De ahora en adelante seré mucho mejor".
Una gruesa lágrima rodó por las mejillas de Domingo. Los ojos de Brígida también se humedecieron:
-"Tú sabes, hijo mío, -le dijo mientras le besaba en la frente- que todo ha sido perdonado.
8 de abril de 1849: el mundo católico celebra la fiesta de la Resurrección del Señor. Es el día en el que Domingo culmina sus aspiraciones: hace su Primera Comunión.
Muy temprano, vestido de fiesta, Domingo se dirige a la Iglesia parroquial de Castelnuovo.
Escribe Don Bosco en la vida del santo: "Domingo fue el primero en entrar al templo y el último en salir. Aquel día fue siempre memorable para él". Parecía un ángel. Era un ángel.
Arrodillado al pie del altar, con las manos juntas y con la mente y el corazón transportados al cielo, pronunció los propósitos que venía preparando desde hace tiempo.
"Propósitos que yo, Domingo Savio, hice el año de 1849, a los siete años de edad, el día de mi Primera Comunión":
1. "Me confesaré muy a menudo y recibiré la Sagrada Comunión siempre que el confesor me lo permita".
2. "Quiero santificar los días de fiesta".
3. "Mis amigos serán Jesús y María".
4. "Antes morir que pecar".
"Estos recuerdos, -continúa diciendo Don Bosco-, fueron la norma de todos sus actos hasta el fin de su vida".
INFANCIA
De Riva de Chieri se trasladaron a Murialdo. Domingo tenía sólo unos veinte meses.
En 1844 le nace un hermanito. ¡Apenas tuvieron tiempo para bautizarlo! ¡Pobre Brígida! Cada nacimiento de un hijo significaba para ella horas de angustia, de dolor y amargo desengaño.
Carlitos muere al día siguiente de nacer.
En Murialdo van a nacer otros hermanitos de Domingo. La familia aumenta. Brígida tendrá que multiplicarse para atender a todos. Pero ella, como la mujer fuerte de la Biblia, se entrega a su esposo y a sus hijos sin que se agoten sus reservas de amor.
Carlos podrá olvidarlo todo. Pero no olvidará esos años de Murialdo cuando Dominguito se hacía todo amabilidad para darle a él esas horas de alegría. Más tarde, al recordar aquellos años, sus amigos le oirán repetir: "¡Cuánto consuelo y satisfacción me proporcionaba mi Domingo!".
Domingo tiene cinco años. Mientras sus dos hermanitos quedan dormidos en la casa, la madre lo lleva a la Iglesia. Muchas veces la puerta del templo está cerrada. Entonces se arrodilla. Su mente y su corazón vuelan al Sagrario. Aprende a ayudar a Misa. Llegará a ser un monaguillo ideal.
NACIMIENTO Y BAUTIZO
En Riva de Chieri, en la humilde casita de los esposos Carlos y Brígida, durante toda la noche, la luz había permanecido encendida. Los amigos y familiares entraban y salían.
-¡"Ya verás, todo saldrá bien"!, le decía Carlos mientras con cariño le apretaba la mano.
"Sí, Carlos, así lo espero. Le he rezado mucho a la Virgen. Debe oírme. Se lo consagraré a Ella".
Las horas pasaban lentamente. Amaneció el día 2 de abril. Era sábado. Carlos entra y sale del cuarto. Está nervioso. A las nueve de la mañana de aquel 2 de abril de 1842 Brígida daba a luz un niño.
El grito del recién nacido ahogó las lágrimas de alegría de una madre feliz.
Había nacido Domingo Savio.
Ese mismo día hacia el atardecer, Carlos y Brígida bautizaron al niño.
Como a su abuelo, lo llamaron Domingo.